
Adoro la forma en la que mira al resto del mundo desde su cigarro, inmerso en su música, distante. Adoro cuando entre el humo me mira, me sonríe y espera a que llegue a su lado, como si tuviésemos todo el tiempo del mundo. Pero nunca tendremos un para siempre. Adoro como toca, como sus dedos recorren suavemente las cuerdas, y a veces envidio a ese bajo al que dedica horas, junto con el cual se abstrae, ignorando al resto de la humanidad.
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